domingo, 19 de julio de 2009

Gente increíble

Retiró con rapidez la armónica, luego apoyó la guitarra en la pared y con naturalidad se sentó y comenzó a tocar el piano. Yo apenas podía llevar el ritmo con las palmas.

Zanjó la reunión con aire resolutivo y en menos de media hora había trazado las líneas generales de lo que se convertiría en un exitoso producto. A las cinco en punto se fue satisfecho. Mientras yo movía correos electrónicos entre carpetas pregúntandome si los debería borrar o conservar.

Probó con delicadeza el guiso para hacer un rectificado final de sal. Con soltura emplató elegantemente y presentó la fina pitanza a la mesa perfectamente dispuesta. Torpemente manejaba yo los cubiertos rezando no mandar algún suculento manjar fuera de mi cerámico dominio.

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