Cada vez conozco más gente que necesita que le echen una mano para sacar lo mejor de sí. Nosotros sólos somos incapaces de realizar aquello que deseamos. A veces por pereza, a veces por cansancio, a veces, simplemente, porque queremos hacer demasiado.
No conseguir esos pequeños o grandes objetivos crea frustración y también olvido, olvido de aquello que si se ha logrado. Incluso es peor porque, a veces, nos hace olvidar lo más importante y por obvio, lo consideramos despreciable. Olvidamos cualidades que raramente tienen aquellos que adoramos.
Nos hacemos seguidores de algún virtuoso, perdonando graves defectos, que siendo grandes cualidades en nuestro compañero, no vemos.
Me siento bien pensando que la mayoria de nosotros somos torpes en lo fútil y mañosos en lo vital. Me siento todavía mejor porque creo en ello, porque lo veo a diario en mi vida.
Sin embargo, no es menos cierto, que echamos de menos a alguien que nos afirme en lo correcto, que nos trate como una madre pero sin atisbo de infantilismo, que nos lleve de la mano, pero que suelte el sillín de la bici a tiempo para que descubramos la alegría de pedalear por nosotros mismos.
Queremos todo eso, y con tanta ansia lo deseamos, que crece la cantidad de personas, que con unos valores dudosos, se hace a los mandos de un timón de seguidores.
Esta situación, es todavía mas dolorosa cuando afecta a un colectivo. No hay nada más sangrante que ver como el grupo con el que te identificas vaga perdido a un rumbo erróneo. La impotencia genera un deseo de encontrar a alguien que tenga la suficiente fuerza para sacarnos del pozo. Pero ya no creemos que nadie valga la pena.
Hemos llegado a tal punto de incredulidad que ya ni nos indignamos. Que ya no esperamos nada, simplemente llegar a casa a una buena hora para vaguear.
Afortunadamente no todos hemos perdido la esperanza.
No conseguir esos pequeños o grandes objetivos crea frustración y también olvido, olvido de aquello que si se ha logrado. Incluso es peor porque, a veces, nos hace olvidar lo más importante y por obvio, lo consideramos despreciable. Olvidamos cualidades que raramente tienen aquellos que adoramos.
Nos hacemos seguidores de algún virtuoso, perdonando graves defectos, que siendo grandes cualidades en nuestro compañero, no vemos.
Me siento bien pensando que la mayoria de nosotros somos torpes en lo fútil y mañosos en lo vital. Me siento todavía mejor porque creo en ello, porque lo veo a diario en mi vida.
Sin embargo, no es menos cierto, que echamos de menos a alguien que nos afirme en lo correcto, que nos trate como una madre pero sin atisbo de infantilismo, que nos lleve de la mano, pero que suelte el sillín de la bici a tiempo para que descubramos la alegría de pedalear por nosotros mismos.
Queremos todo eso, y con tanta ansia lo deseamos, que crece la cantidad de personas, que con unos valores dudosos, se hace a los mandos de un timón de seguidores.
Esta situación, es todavía mas dolorosa cuando afecta a un colectivo. No hay nada más sangrante que ver como el grupo con el que te identificas vaga perdido a un rumbo erróneo. La impotencia genera un deseo de encontrar a alguien que tenga la suficiente fuerza para sacarnos del pozo. Pero ya no creemos que nadie valga la pena.
Hemos llegado a tal punto de incredulidad que ya ni nos indignamos. Que ya no esperamos nada, simplemente llegar a casa a una buena hora para vaguear.
Afortunadamente no todos hemos perdido la esperanza.
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