miércoles, 14 de noviembre de 2007

Una vela que no quema

El martes dormi en La Haya. Fui en tren y una dama muy simpatica me invito a no sentarme con ella. La verdad es que lo agradeci mucho porque no me apetecia hablar, pero ya no sabia como cortar una conversacion en mala hora empezada.
Afortunadamente, ella veterana en esas lides lo solvento con elegancia. Voy a sentarme con mi amigo, encantada. Aun me sigo sorprendiendo lo facil que son algunas cosas.

Llegue de noche, eche un vistazo a un mapa y comence a caminar. La ciudad esta no iluminada por farolas de 4 watios de bajo consumo. Tampoco creo que las distancias minimas entre luminarias se respeten. Seguro que existe algun estudio de la energia ahorrada con esta medida. No creo que los cuerpos caidos en el canal se cuenten...

Tras una media hora en la penumbra, llegue al hotel y me sente a cenar yo solo a la luz de las velas.

Uno no sabe que hacer cuando cena solo. Mira a todas partes sin observar para no parecer maleducado, oye sin escuchar. Decidi mirar directamente a la cara a mi compañera de mesa, la miraba absorto cuando me empezo a sorprender la exacta frecuencia de sus latidos, de su parpadeo, pase la mano por encima y pero no calentaba. La cogi entre mis manos y era duro de dos caras la velita. De marca de la maldita. No hay mas cera que la que arde perdera pronto su sentido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen post! Algún día arderá de verdad la compañía de tu mesa.

Un abrazo fuerte, amigo.

Anónimo dijo...

..mientras tanto emborrachate con la mirada o con lo que te dejen...y ya que te dolerá la cabeza mejor que sea de buen vino y no de uno peleón.