Este fin de semana me he quedado al cargo de una perra, que es una gran responsabilidad si no te gustan los perros.
Asi que por la mañana, tras levantarme, tenía que soportar una exhuberante demostración de alegría por el simple hecho de salir a la calle.
Al llegar y privarla de mi presencia se convertía en un acto que me recriminaba en exceso.
Al volver, la muy tonta, no paraba de saltar y buscar mis piernas hasta que la acababa pisando por más que buscaba evitarlo.
A veces me gustaría ser perra
lunes, 23 de noviembre de 2009
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